¿Después de Río + 20 qué?
Por Mauricio López Dardaine, 19 de Julio de 2012, © Ambiente y Comercio
Creo que es necesario partir de una base realista: reconocer que Río+ 20[1] no hace más que marcar una tendencia que se hizo ya muy evidente en la COP 15 de Copenhague en diciembre de 2009. Frente a este panorama poco alentador hay una contra-evidencia positiva. Se trata del crecimiento de las organizaciones y redes de la sociedad civil que se ha dado en estos últimos veinte años. Uno de los puntos débiles de esta sociedad civil estriba en su dispersión local, regional y global. Y ello se pone de manifiesto en su bajo grado de incidencia al nivel de los gobiernos. Hay sin duda excepciones. Pero la incidencia de las múltiples formas de asociación de la sociedad civil no refleja ni su dimensión, ni la riqueza de sus conocimientos, ni la fuerza de sus convicciones.
Como ingeniero que soy (nadie es perfecto) hace varios años que mi preocupación en todos los foros en que los me toca actuar ha sido, y es, la falta de eficiencia de la incidencia de la sociedad civil vis-à-vis las autoridades que tienen el poder político para encauzar transformaciones sustentables. En ingeniería hablamos del “grado en el que se aprovechan los recursos disponibles para transformarlos en productos”. El principal “producto” a elaborar es, para nuestra sociedad civil, lograr un mundo que no nos estalle en las manos, un planeta sustentable, si ello aún es posible después de Río+ 20. No hay falta de ideas, no hay falta de conocimientos, no hay falta de vocación de sacrificio. Pero es bajo hasta hoy el grado en que se aprovechan los recursos humanos de que está dotada esta red creciente de nuestra sociedad civil cuando de incidir se trata.
Dejando de lado las sensatas objeciones que se nos puedan ocurrir frente a este paralelo, imaginemos por un momento que nuestra sociedad civil deba organizarse para acompañar un proceso sustentable al nivel de nuestra América del Sud. Aún a escala de nuestros países y de nuestra región, la bajísima eficiencia de la incidencia sería un obstáculo para motorizar este tipo de iniciativa. Y aquí voy a terminar con un mero esbozo: si las redes sociales empleando la tecnología de informática y comunicación lograron derrocar gobiernos que parecían eternos en el norte de África ¿no podríamos usar esta misma tecnología para consolidar nuestras redes de la sociedad civil, local y regionalmente, y diseñar en paralelo mecanismos más sofisticados y eficientes de incidencia?
Como decimos por estas tierras: amigos, les dejo estas ideas muy en crudo picando, pero… no por mucho. El tiempo se nos ha agotado.
[1] El 12 de julio el Instituto de Estudios e Investigaciones Ambientales de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales de Buenos Aires (UCES), junto con la Sociedad Ambiental, organizaron jornada para analizar distintas facetas de Río + 20 y empezar a proyectar modos de seguir adelante. De ahí me surgieron muchas de las ideas aquí expresadas.
Estimado Mauricio y lectores: mi comentario solo se limita a recordar que entre Copenague y Rio hubo Nagoya que considero un exito. Como sociedad civil tenemos la obligacion de hacer que los gobiernos cumplan con los llamados objetivos de Aichi adoptados en la COP10 del Convenio de Diversidad Biologica. Este evento puede ser considerado un exito en las negociaciones internacionales ambientales, que no sigue en absoluto las tendendias Copenague-Rio. Usemos las redes sociales para monitorear las actividades que llevan al alcance de estos objetivos. Para mayor informacion sobre estos objetivos lea: http://www.cbd.int/doc/strategic-plan/2011-2020/Aichi-Targets-ES.pdf