¿Que nos dejó Cancún?
Por Ramiro Fernández,* Director Programa Cambio Climático, Fundación AVINA, 21 de Diciembre de 2010. © Ambiente y Comercio
Cancún nos permitió superar el fantasma de Copenhague, y mantiene la posibilidad de seguir sentados a la mesa, aunque con un sabor amargo que aún no termina de digerirse. Plantea una prometedora visión compartida, pero con un conjunto de compromisos que no comprometen y algunos avances entre los postergados de siempre que comprenden la puesta en marcha nuevas instituciones en adaptación y están sujetos al cumplimiento de promesas futuras de financiamiento.
El entusiasmo de evitar el fracaso
El desánimo imperó en las negociaciones, hasta último momento. El fantasma de Copenhague y la sensación de bloqueo reinaban en el Moon Palace. Al final de la primera semana, un amigo estrechamente involucrado en las negociaciones decía, “estamos en caída libre, sin paracaídas y sin piso”.
Solo algunos rincones optimistas y bien informados albergaban expectativas en el documento único que estaba trabajando un grupo de 50 países convocado por la Presidenta. “Es un juego de dominó” decía una compañera de México que participaba de reuniones diarias con el embajador de Alba, “si se destraba un punto, los demás pueden llegar a encajar y que salgamos Cancún con un acuerdo”.
El riesgo de un fracaso en Cancún, reafirmaría la crisis del multilateralismo denunciada por Manuel Rodríguez Becerra en el side event de AVINA, liberando las negociaciones climáticas a confrontaciones comerciales entre el G2 (China y US) o en el mejor de los casos en el G20, negando la vos a los países mas vulnerables ante el cambio climático y compitiendo en el orden de prioridades con la guerra de divisas o las restricciones al comercio.
Tal vez fue por eso que el viernes a las 16hs cuando finalmente apareció el documento borrador, fue recibido con euforia por las delegaciones de los países y observadores presentes. Aparecía una luz al final del túnel que les permitía al menos seguir sentados a la mesa. Ese temor, combinado con el desgaste de 3 años de negociación sin avances, incidieron en la rápida resolución a libro cerrado de un documento plagado de indefiniciones.
El Acuerdo de Cancún frenó la caída libre y pareciera ser el piso mínimo que hemos logrado construir para seguir negociando, en un contexto de incertidumbre económica y fuertes tensiones políticas entre países desarrollados y las economías emergentes.
El grito silenciado de Bolivia
Ese piso mínimo aún mantiene a países enteros y a millones de personas al margen de un futuro posible como se animó a denunciar Bolivia, aunque sin la diplomacia necesaria para consolidar alianzas y lograr que su vos no fuera acallada por una audiencia temerosa de salir de Cancún con las manos vacías. Ni siquiera la sociedad civil como observador crítico, tuvo el coraje de apoyar el reclamo de mayores compromisos de reducción de emisiones por parte de las principales economías.
El intercambio a las 3 de la mañana, justificando una decisión por consenso sin unanimidad, que a su vez no implique derecho a veto, será materia de estudio en las cátedras de relaciones internacionales de las universidades más prestigiosas. Y el gesto de Venezuela priorizando sus intereses económicos con la OPEP por sobre sus declamaciones ideológicas en el ALBA, agregan un nuevo capítulo a los complejos desafíos de construir una visión Latinoamericana.
La Ciencia del Cambio climático: una gran ausente
Lo que empezó con una estrategia de descrédito al IPCC poco antes de Copenhague, hoy se traduce en un desacople casi absoluto entre la investigación desarrollada por la ciencia y las variables que son tenidas en cuenta en la mesa de negociación. Los científicos del cambio climático se reunían a compartir angustias en sus eventos paralelos en el Cancún Messe, mientras los delegados se reunían a 7km, intercambiando conceptos vacíos y relajando las cifras en pos de un mínimo común “políticamente posible”. La brecha entre la ciencia del clima y la política del cambio climático sea tal vez una de las señales más preocupantes de Cancún.
Pros y contras de un Acuerdo flexible
Una visión compartida prometedora
Tal vez uno de los puntos mas valiosos del Acuerdo de Cancún sea que explicita la meta global de mantenerse por debajo de los dos grados centígrados. Meta que ya había sido planteada en el documento de Copenhague y que ahora es reconocida en un documento formal del proceso de negociación de Naciones Unidas. Incluso, respondiendo al reclamo de las pequeñas islas, se abre la posibilidad de bajar esa meta a 1.5°C si la ciencia demuestra que es lo necesario para evitar catástrofes naturales.
Esta visión también reconoce la necesidad de elevar el nivel de ambición en la mitigación de emisiones y propone fijar un año tope para el aumento de emisiones globales a ser considerado en Durban el próximo año.
Compromisos de mitigación que no comprometen
Las metas de reducción de emisiones de los países desarrollados serán determinadas a voluntad de cada nación y registradas en un listado aún inexistente. Luego de la aprobación del acuerdo, la presidenta anticipó que en su defecto pueden considerarse los compromisos enunciados en el acuerdo de Copenhague (esto en el mejor de los casos, si es que los países no presentan compromisos aún menores).
Los países en desarrollo declararán acciones de reducción de emisiones de acuerdo a sus posibilidades y solo serán verificadas por un mecanismo internacional aquellas acciones que se realicen con financiamiento externo.
Reconociendo la necesidad de fijar metas más ambiciosas se encarga un estudio técnico que analice la brecha entre el compromiso de sostenerse bajo 2° y el conjunto de compromisos asumidos. El reciente reporte generado por PNUMA The Emissions Gap Report (Informe sobre la Disparidad en las Emisiones) es un valioso insumo que explicita un amplio vacío por cubrir.
Si bien se declara que este documento no inhabilita la posibilidad de otros compromisos posteriores que sean legalmente vinculantes, recién en 2015 se plantea la posibilidad de renegociar los compromisos de reducción que se declaren en el Acuerdo de Cancún.
A ello se suma la indefinición respecto al Protocolo de Kioto y manifestaciones a favor de sostener el mercado de carbono aunque no haya metas de mitigación de emisiones, reafirmando las dudas sobre los beneficios que genera el mercado de bonos de carbono como mecanismo efectivo para mitigar el cambio climático.
Avances históricos en materia de adaptación, financiamiento, REDD+ y transferencia de tecnología
A modo de compensación por los relajados compromisos de mitigación, se generaron avances en aquellos campos considerados los postergados de siempre en las negociaciones internacionales. La mayoría de ellos requerirán importantes avances en el 2011 para que puedan materializarse.
Se crea un Marco para la adaptación proponiendo un conjunto de acciones. Se establece la creación de un Comité en Adaptación para incentivar las sinergias entre países y la gestión del conocimiento y se decide establecer un programa de trabajo que será considerado en Durban, incluyendo un procedimiento para la presentación de planes de adaptación para los países menos desarrollados.
El financiamiento que era uno de los puntos mas bloqueados al arribo a Cancún también generó importantes avances. Se integraron los compromisos enunciados en el Acuerdo de Copenhague y se decidió la creación del Green Climate Fund, el cual será gobernado por un comité que asegura representatividad geográfica y mayoría de los países en desarrollo. Se prevé la creación de un fideicomiso que a modo de prueba estará bajo la coordinación del Banco Mundial por 3 años. Aún resta mucho por definir, como ser el volumen de aportes que manejará este fondo y que implica “movilizar” US$ 100 billones anuales a partir del 2020.
REDD+ fue la vedette de Cancún. Es casi unánime el interés de incorporar mecanismos para la preservación de los bosques reconociendo su aporte a la reducción de emisiones. Persisten las diferencias en los mecanismos a implementar para que ello ocurra. La sociedad civil, así como estados subnacionales con fuerte interés en bosques tropicales, rápidamente están desarrollando capacidades e identificando los principales desafíos y oportunidades. También en este punto se esperan importantes definiciones en Durban para avanzar en su implementación.
A modo de síntesis tal vez la frase del Director de Greenpeace sea la mas acertada: “Cancún salvó el proceso de negociación, aún nos resta abordar los desafíos del cambio climático”. Este es un logro importante y debemos agradecer al liderazgo de México por ello ya que los riesgos de perder la confianza en el proceso y el espacio de negociación son incalculables y superan incluso las estimaciones mas onerosas del reporte Stern. Mas allá de ello, en algún momento nos veremos obligados a dar un salto cualitativo en la dimensión de nuestros compromisos para responder al Cambio climático, ello no ocurrió en la soleada playa de Cancún y habrá que ver las oportunidades que nos ofrece Sudáfrica. Mientras tanto, algunos de nosotros empezamos a poner nuestra atención en Río+20, con la expectativa que nos permita sentar las bases de la Agenda política de la sustentabilidad que debiéramos construir para las próximas décadas y convencidos que no podemos quedar encorsetados bajo los estrechos paradigmas por los que hoy se rigen las negociaciones internacionales de los Estados.
*Ramiro Fernández es Director Programa Cambio Climático de Fundación Avina.
Al no haber participado en forma personal de las negociaciones de Cancún, y al no conocer los entretelones, no me considero con elementos para poder opinar. Me resulta muy interesante sí este debate aquí abierto: el vaso medio lleno, el vaso medio vacío… ¿el vaso totalmente vacío?
Aún después de mucho años de sentarme a la mesa de diversas negociaciones internacionales, no deja de sorprenderme el espíritu suicida con que se defienden posiciones con visiones de tan corto plazo. ¡Qué bichos tan extraño somos los hombres, capaces de diseñar equipos maravillosos para lograr un aprovechamiento eficience de la energía eólica e incapaces de asegurar el futuro de nuestros hijos! Copenhague y Cancún replican la incapoacidad planetaria evidenciada en la Rueda de Doha de la OMC. O si queremos retroceder casi un siglo, la miopía política del Tratado de Versalles al finalizar la I Guerra Mundial. ¿Aprenderemos a ser seres humanos a tiempo para salvar nuestro planeta?