¿Nubes sobre Cancún?
Por Miquel Muñoz,* Centro Pardee (Univ. Boston), 27 de Octubre de 2010. © Ambiente y Comercio
En las últimas semanas, dos huracanes amenazaron Cancún. El huracán Paula se desvió hacia el este, el huracán Richard hacia el suroeste. Ambos perdonaron Cancún, centro turístico y sede de la próxima Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP 16). Si este post estuviera dedicado a la última COP en Copenhague, la analogía sería inescapable: “Huracán amenaza las negociaciones sobre el clima.” No obstante, una mejor analogía para Cancún, vistas las expectativas que genera (o sea, ninguna), se puede encontrar en el clima invernal de Copenhague: frío y gris.
El hecho de que la COP 16 en Cancún vaya a conseguir bien poco (siendo generoso) no es ninguna sorpresa. En un dejà vu respecto al año pasado, el AWG-KP y el AWG-LCA (los grupos de trabajo encargados de preparar un acuerdo post-Kyoto) se reunieron recientemente en Tianjin, China, por enésima vez en lo que va de año (n=4). Lo único que los AWGs han logrado pese a la intensa agenda de trabajo es remitir (otra vez) sendos textos llenos de desacuerdos a la COP 16. A diferencia de COP 15 en Copenhagen, la presión política para lograr un acuerdo es inexistente. Mientras que se puede argumentar que en Copenhague un acuerdo, aunque no se lograra, estaba al alcance, en Cancún un acuerdo ni siquiera está en la agenda. Las partes han tirado la toalla y dedicarán sus esfuerzos a un “paquete de decisiones equilibradas.”
Mucho se puede decir sobre por qué nada sucederá en Cancún. Este post, sin embargo, explora una cuestión diferente: ¿importa?
Para contestar esta pregunta es necesario un poco de contexto histórico. Tras el acuerdo del Protocolo de Kyoto en 1997 y la posterior renuncia de EE.UU. en Marzo del 2001, dos fechas, ambas en noviembre del 2004, determinaron por que Copenhague y Cancún serían importantes. El 2 de Noviembre el presidente estadounidense George W. Bush fue reelegido. El 18 de noviembre Rusia ratificó el Protocolo de Kyoto. La ratificación rusa resultó en la entrada en vigor del Protocolo de Kyoto, cambiando el foco de atención de los negociadores de la ratificación del Protocolo a las negociaciones post-Kyoto. Post-Kyoto se refiere al periodo más allá de 2012, cuando expira el primer periodo de compromiso. La reelección de Bush, dada la postura de su administración respecto al cambio climático y la necesidad de incluir a EE.UU. en cualquier acuerdo effectivo, significaba que un acuerdo post-Kyoto no era posible hasta que una nueva administración se instalara en la Casa Blanca. Considerando el calendario de las elecciones e investidura estadounidenses, así como el calendario de la UNFCCC, esto significaba a su vez que un acuerdo no era posible por lo menos hasta COP 15, en 2009. Otro factor relevante ya se conocía antes de 2004. Si el mercado de carbono y los mecanismos de flexibilidad, las bases de la arquitectura del Protocolo de Kyoto, habían de sobrevivir más allá del 2012, un acuerdo era necesario a más tardar en 2010. Esto es debido a que se necesita un periodo para la ratificación y entrada en vigor de un nuevo acuerdo, así como el desfase entre las inversiones en proyectos de mitigación la generación de créditos de carbono. Por lo tanto, COP 16 en Cancún era la última oportunidad de salvar los mercados de carbono. Y digo era porque como los negociadores han tirado la toalla, la ventana de oportunidad de COP 15-16 está efectivamente cerrada.
De vuelta a mi pregunta inicial ¿importa que no haya acuerdo en Cancún?
Las respuesta es SI. ¿Por qué? Porque salvar los mercados de carbono era la única razón para conseguir un acuerdo en 2010.
La existencia de un Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) de un tipo u otro más allá del 2012 se daba casi por hecha hasta no hace tanto. Ya no. A falta de datos sólidos, la evidencia anecdótica sugiere que la inversión privada en MDL ha cesado casi por completo. La crisis económica y las acciones de las entidades financieras no han ayudado precisamente a incrementar el apoyo a los mecanismos de mercado (de carbono). El mercado de carbono internacional, sustentado por el MDL y en menor medida la implementación conjunta, debía servir de anclaje para guiar el resto de mercados de carbono nacionales y regionales hacia una convergencia. Sin ellos, los mercados de carbono nacionales no convergerán. Al contrario, es probable que diverjan, creando u mosaico de regulaciones nacionales, cada una según sus intereses y posiblemente con medidas proteccionistas encubiertas.
La discontinuidad del MDL más allá del 2012 tiene implicaciones a más largo plazo que el mercado de carbono. Como ya he mencionado, salvar los mercados de carbono es la razón principal de la urgencia en las negociaciones. Sin un mercado que salvar, la urgencia desaparece (para los negociadores, bien se entiende, que el cambio climático no entiende de mercados). Sin acuerdo en 2010, podemos encontrarnos ante un proceso negociador para un nuevo acuerdo comprensivo de cambio climático que dure más que la Ronda de Doha. Esto nos llevaría a una nueva “década perdida” de negociaciones estériles sobre el cambio climático. Cuánto durará el bloqueo, nadie lo sabe. Pero la presión política necesaria para lograr acción global concertada contra el cambio climático parece improbable hasta que experimentemos los crecientes impactos del cambio climático, y hasta que se produzca un cambio en la matriz energética del mundo. Si mis argumentos son correctos, un acuerdo en COP 17 en Johannesburgo parece también improbable.
La predicción, pues, es cielo nublado a largo plazo. Y ya que estamos de vuelta a las analogías meteorológicas, veamos que pasó con los huracanes que amenazaban Cancún. Paula descargó sus lluvias torrenciales sobre Cuba. Richard golpeó Belize, cruzó el Yucatán, y amenazó la costa de Texas. Puede que Cancún haya evitado las tormentas, pero no hay que olvidar que éstas impactaron en otro lugar. De manera análoga, una COP sin acontecimientos en Cancún puede evitar una tormenta política como la de Copenhagen. Pero los impactos de la inacción, al igual que los de los huracanes Paula y Richard, se sentirán en otros lugares, tanto en países desarrollados como en desarrollo.
* El Dr. Miquel Muñoz es investigador en energías renovables y políticas de cambio climático en el Pardee Center for the Study of the Longer-Range Future de la Universidad de Boston.
Es llamativo que el autor sostenga que “salvar los mercados de carbono era la única razón para conseguir un acuerdo en 2010”. El MDL fue creado para facilitar a los países del Anexo B el cumplimiento de sus obligaciones y a los países en desarrollo, el acceso a nuevas tecnologías. Son muchas las voces que se han alzado para poner el duda la eficacia del MDL, por ejemplo la GAO del Congreso de los Estados Unidos. El propósito del protocolo es mitigar el cambio climático y a este fin no parece haber contribuido el MDL. Otra cosa es que se hicieron muchos negocios con esa ilusión.
Cancún tuvo algo así como una muerte anunciada en Conpenhague. Recientemente y en Tianjín los países bailaron un minué de despedida de las grandes expectativas (si las hubo) que despertó en algunos la futura reunión de Cancún. Todo la negociación de compromisos de reducción de emisiones o aumento de eficiencia energética o protección de los montes (REDD y REDD+) está en el aire y muy probablemente siga así después de Cancún. Los grandes emisores no van a llegar a acuerdos de restricción de emisiones por el sólo hecho de salvar el MDL, el que al fin y al cabo mucho dinero no mueve. Esta fluidez en las negociaciones internacionales podría llegar a repercutir sobre el comercio exterior agroindustrial argentino si se difundiera en el globo una aplicación selectiva y caprichosa (tasas para-arancelarias) de la huella de carbono a los productos de exportación de esa cadena industrial. Me pregunto (retóricamente): ¿la agroindustria argentina es conciente de este riesgo?
En Agosto, en las Bonn Talks, las consecuencias legales de la falta de acuerdo para un periodo de compromiso post 2012 fueron discutidas por uno de los grupos de trabajo. Aparentemente, los riesgos que implican el no dar continuidad al MDL y brindar una clara señal positiva a los mercados de carbono, no se encontraba entre las preocupaciones de algunos países desarrollados. Así, la UE manifestó en un debate que “si fuera por ellos”, el MDL podría seguir adelante a pesar de que no hubiera continuidad entre los periodos de compromiso. Es de notar que, aparentemente, las disposiciones sobre el sector UTCUTS (LULUCF) aplicable a los MDLs, de acuerdo al análisis legal realizado por la Secretaría, no continuarían vigentes. Es cierto que la efectividad del MDL en la mitigación ha sido cuestionada pero, de plantearse continuar con el esquema de periodos de compromiso bajo el Protocolo de Kyoto, y continuar con los MDLs, es indudable que la falta de acuerdo y la existencia de un “gap” entre periodos de compromiso podría implicar un mayor debilitamiento de los ya cuestionados MDLs y sujetaría su existencia y continuidad a la voluntad de algunos países que financian su implementación.