Lentitud en las reuniones de clima… el planeta: ¿puede esperar?
Por Soledad Aguilar, 17 de Agosto de 2010. © Ambiente y Comercio
Más de 150 países se reunieron en Bonn durante una semana para negociar sobre las opciones para combatir el cambio climático a partir de 2012, pero no lograron destrabar los temas más espinosos en parte como consecuencia de la falta de liderazgo de los Estados Unidos, quien junto con China es responsable del 42.7% de las emisiones globales (China es ya el mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo).
Es claro pues, que cualquier acuerdo global deberá incluir a los dos titanes de la contaminación, pues poco podrá hacer el resto del mundo para torcer la trayectoria de emisiones globales, sin la colaboración de Estados Unidos y China. En particular, el liderazgo norteamericano es necesario, pese a ser ahora el segundo emisor mundial, por su posibilidad de fomentar las inversiones y tecnologías necesarias para lograr transformar las industrias, el transporte y las fuentes de energía que determinarán la trayectoria de emisiones para los próximos 20 años.
Mientras la administración Obama continúa enmarañada en discusiones sobre una norma nacional que les permita pararse seriamente frente al mundo, con algo para ofrecer, los países reunidos en Bonn procuraron abrir espacios de negociación en los cuales se pueda sumar a Estados Unidos e incorporar a los grandes países en desarrollo (Brasil, Sudáfrica, India y China – conocidos como BASIC).
Entre los argumentos más interesantes planteados estuvo la posibilidad de negociar sobre la base de una fórmula que permitiera distribuir equitativamente ‘el espacio’ o ‘presupuesto’ de carbono sobre una base per cápita. Sería ingenuo pretender un acuerdo de este tipo hoy por las grandes disparidades en emisiones per capita de los mayores emisores (un ciudadano estadounidense emite el triple que un chino), pero el uso del concepto como base para negociar podría abrir la puerta para que los países en desarrollo asuman su cuota relativa de responsabilidad, con un tope fijo a las emisiones globales y una manera equitativa de distribuir las obligaciones para permitir el desarrollo de cada país. Hablar del espacio de carbono permite otorgar un peso relativo a las emisiones pasadas (el espacio ya utilizado) – conocido también en la jerga ambiental como el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas – e imponer al mismo tiempo límites claros a las emisiones presentes hasta llegar a una concentración máxima de dióxido de carbono en la atmósfera que permita preservar la vida y los sistemas ecológicos del planeta.
Quedan solamente 6 días de negociación previos a la cumbre de Cancún en Diciembre, y ya muchos negociadores están poniendo la vista en la siguiente Cumbre en Sudáfrica en 2011 porque no esperan cambios significativos hasta que Estados Unidos resuelva su frente interno… ¿Cuál debiera ser, pues, la actitud latinoamericana de cara a la Cumbre de Cancún?
En primer lugar, cuando una Cumbre se celebra en un país se abre una oportunidad única para la región para participar activamente en el proceso, incrementar la visibilidad del problema y lograr acuerdos en temas de su interés particular. Es por tanto clave establecer los intereses comunes de la región y pelear por ellos durante la reunión de Cancún (especialmente si los temas más espinosos se dejarán para resolver en Sudáfrica).
Si bien las naciones de este continente han tomado caminos bastante diversos dentro del proceso negociador, queda claro que existen algunos intereses comunes para la región.
Primero, a la región en su conjunto le conviene evitar un ‘gap’ entre períodos de compromiso para sostener los mercados de carbono de los cuales se benefician ya 473 proyectos latinoamericanos registrados en el marco del Mecanismo para el Desarrollo Limpio. Asimismo, debiera adoptarse un acuerdo sobre las reducciones de emisiones por la deforestación evitada y la conservación de los stocks de carbono (REDD+) de la región. En este sentido, durante la reunión de Bonn se criticó duramente a Bolivia y Arabia Saudita por introducir cambios a la decisión sobre REDD+ que ya estaba ‘casi acordada’ y constituía uno de las pocas áreas en las cuales se había logrado un acuerdo favorable a la adopción de una decisión en Cancún.
Segundo, más allá de lo que se logre mitigar, el cambio climático es un problema presente que requerirá fuertes inversiones en áreas vulnerables a inundaciones, tornados y sequías, lo cual requiere realizar los estudios y previsiones para proteger a las poblaciones y regiones latinoamericanas más vulnerables a los fenómenos climáticos extremos.
Otro tema significativo para Latinoamérica, una región cuyas emisiones están en gran medida relacionadas con el uso de la tierra y la deforestación, y no con la industria, es evitar las medidas de ajuste en frontera que pudieran penalizar las exportaciones industriales afectando las posibilidades de desarrollo sustentable de la región.
Es también importante asegurar que las inversiones en plantas de producción de energía que se realicen en esta región durante la próxima década cuenten con financiamiento para asegurar el uso de energía renovable, y evitar encerrar a los países de la región en trayectorias de altas emisiones con plantas basadas en combustibles fósiles. En este sentido, dotar a los bancos de desarrollo, como el BID, de los recursos para apoyar una economía verde es clave y puede constituir parte del acuerdo en Cancún. El BID ya financia por ejemplo, plantas de energía solar en Haití, hidroeléctrica en Panamá, geotérmica en Nicaragua y eólica en México.
También es necesario monitorear la ayuda internacional para que los recursos no se dilapiden en estudios de consultoría y se destinen, en cambio, a financiar inversiones en fuentes de energía limpia que permitan transformar las economías de Latinoamérica en bajas en carbono.
Todos estos temas podrían ser incorporados a la agenda de los presidentes Latinoamericanos que asistan a la Cumbre, y en conjunto, presionar para su adopción dentro de las decisiones que se aprueben en Cancún, con vistas a su integración en el acuerdo final.
Las opciones más justas, sin embargo, no siempre son políticamente viables… actualmente los esfuerzos procuran medidas que puedan ser ‘vendibles’ al Congreso norteamericano, que se sabe bastante conservador en temas vinculados con sus posibilidades futuras de desarrollo; a su vez deben ser aceptables para el grupo BASIC; y contar con la bendición de los europeos que están dispuestos a realizar un esfuerzo mayor para asegurar la continuidad del acuerdo global sobre clima ya que han sido los primeros en invertir y diseñar políticas para mobilizar una economía más baja en carbono.
Quedar solo seis días de negociación previos a la próxima Cumbre de Cancún y las esperanzas de un acuerdo se esfuman… La pregunta es: puede el mundo darse el lujo de esperar un año más?
[fuentes: Netherlands Environmental Assessment Agency, 2010; International Institute for Sustainable Development (IISD), Boletín de Negociaciones de la Tierra, 2010]
Me parece una excelente idea tener un foro en español para discutir estos temas y buscar alternativas. La actual incapacidad de los Estados Unidos para definir que quiere hacer, no se resolverá este año y todo indica que las elecciones de medio término, en noviembre próximo, no agregarán fuerza parlamentaria a la administración Obama. Pero la mayor responsabilidad de Washington reside en la pertinacia del ex presidente Bush en negar la ciencia del cambio climático y, de esa forma, paralizar por una década tanto la investigación y el desarrollo de nuevas fuentes de energía, como la racional renovación de los equipos de capital. El lapso entre 1997, cuando se adoptó el Protocolo de Kyoto, hasta 2008, cuando comenzó el primer período de compromiso, fue propuesto por Estados Unidos precisamente para permitir esos avances finalmente frustrados por Washington.
Cuando se vuelve a hablar de emisiones per cápita para asignar el “espacio” de carbono, recuerdo que justamente la inequidad en las emisiones por habitante fue el centro de mi primera presentación en las negociaciones de la UNFCCC, en febrero de 1991 en Chantilly, Va. muy cerca de Washington. Además siempre está fresco en mi memoria el modelo de “Contracción y convergencia” desarrollado por el Global Commons Institute del Reino Unido que, de tanto en tanto, reaparece como una utopía inspiradora.
En todo caso las negociaciones de hoy sobre el clima comienzan a tener el penoso olor de las frustraciones de la Ronda Doha. Creo que eso ocurre porque los criterios adoptados para el Protocolo de Kyoto se conservan como un “chaleco de fuerza”. Ni China, ni Brasil ni la India se pueden esconder hoy detrás de la pobreza de Haití o Burkina Faso, pero además es preciso explorar métricas diferentes para estimar las contribuciones a la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera.
Raúl A. Estrada Oyuela, Buenos Aires, Argentina.
A día de hoy, el principal riesgo derivado de las negociaciones sobre el cambio climático para el comercio internacional consiste, no en la adopción de tales o cuales medidas, sino en el colapso de las negociaciones. Es evidente que cualquier acuerdo real sobre cambio climático tendrá repercusiones sobre el comercio internacional. No obstante, mientras las negociaciones sigan bajo el paraguas de la Convención Marco de Cambio Climático, cualquier medida que se adopte estará basada en el principio de las resposabilidades comunes pero diferenciadas, es decir, que paguen más los países ricos. Sin embargo, tras el fracaso de Copenhaguen, y como ha quedado evidenciado en las tres reuniones de Bonn del 2010, el proceso está estancado, según las visiones más optimistas, y al borde de la irrelevancia según otros más optimistas. Un colapso de las negociaciones, explícito o implícito, abriría las puertas a medidas unilaterales por parte de la mayoría de grandes economías, creando un mosaico de regulaciones, en general nada beneficiosos para los países en desarrollo, y probablemente escondiendo un gran número de medidas proteccionistas, como ejemplifican los ‘criterios de sostenibilidad’ incluidos en el paquete de energía y cambio climático de la Unión Europea.
Como Soledad Aguilar indica, es poco probable que haya ningún acuerdo en COP16 en Cancún. No obstante, la reunión proporciona una oportunidad importante para avanzar la agenda de los países latinoamericanos. En este sentido, Aguilar identifica dos puntos de interés común para la región: mantener el mecanismo de desarrollo limpio y lograr un acuerdo en REDD. Me gustaría matizar ambos. Una de las principales críticas al mecanismo de desarrollo limpio es que básicamente beneficia a unos pocos países que se llevan la mayoría de la inversión (haciendo un juego de palabras con las singla en inglés, CDM, el MDL se ha llamado ‘China Development Mechanism’). A día de hoy, China se lleva la mitad de los créditos de carbono, seguida de India (18.4%), Corea del Sur (13%) y Brasil (9.8%). El resto del mundo se lleva el 8.8% restante. Países cómo México (1.5%), Chile (1.1%) or Argentina (0.9%) aún cuentan con una fracción no ignorable del total de creditos MDL. Sin embargo, 8 países latinoamericanos cuentan con menos de 10 proyectos MDL, y tres de ellos con ninguno. Esta figura aumenta a 11 y 11 respectivamente si se incluye la región del Caribe. Así pues, una simple perlongación del MDL, mientras que beneficiaría de gran manera a Brasil, y parcialmente a México, Chile y Argentina, no se puede decir que sea necesariamente de interés común para la mayoría de países de la región.
En cuanto a REDD+, es verdad que un acuerdo al respecto podría habilitar flujos de grandes cantidades de capital para la lucha contra la deforestación y degradación del suelo. Pero también es cierto que REDD+ abriría la caja de Pandora de un sinfín de temas sociales relacionados con los bosques, la propiedad del suelo, la reforma agraria y los derechos de los indígenas y los trabajadores, temas que siguen vigentes en gran parte del mundo, incluyendo Latinoamérica. Mientras que la oposición de Arabia Saudita es un aspecto puramente táctico en las negociaciones para asegurarse que no hay progreso hasta que sus intereses (medidas de respuesta) se traten debidamente, la oposición de Bolivia se puede considerar más de principio, por oposición a los mecanismos de mercado en general y la defensa de los derechos de los pueblos indígenas en particular. Ésto último nos lleva a un aspecto muy relevante para la región que Aguilar no menciona en su post: la emergencia del grupo ALBA (Alianza Bolivariana por las Americas), grupo integrado por ocho países de Latinoamérica y el Caribe, incluyendo Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Cuba y Venezuela. Técnicamente, ALBA tiene suficiente peso para bloquear cualquier acuerdo en el seno de la Convención, y sus posturas, básicamente una posición de izquierdas y en contra de los mecanismos de mercado, chocan frontalmente con la arquitectura existente derivada del Protocolo de Kyoto. Al igual que un acuerdo debe ser aceptable para EE.UU., BASIC y la Unión Europea, en Cancún, al menos, deberá ser también aceptable para ALBA.
Miquel Muñoz, Centro Pardee, Universidad de Boston.
El post presenta varios puntos interesantes, y efectivamente la cuestión de la participación de EEUU parece haber quitado aceite a la maquinaria de la Convención de Cambio Climático. Con la promesa del Presidente Obama en Copenhague de reducir en un 17% las emisiones al 2020 aún sobre la mesa, algunos llegaron optimistas a Bonn, pero la reunión en gran medida se caracterizó por una sensible frustración debido al reciente anuncio por parte del Senado norteamericano de que la legislación nacional sobre clima no llegará antes del fin de año.
Este punto es crucial, porque llegado Noviembre, muchos miembros del Congreso norteamericano deberán ser confirmados en elecciones, por lo que es esperable una inclinación en el balance de poder hacia el partido Republicano – poco afecto a regular el clima – tornando improbable cualquier acción seria por parte de los Estados Unidos en materia de cambio climático. La Agencia Estadounidense de Protección Ambiental (EPA) por su parte, puede llegar a regular algunas emisiones, pero probablemente se limite a lo mínimo por temor a la represalia judicial por parte de las industrias afectadas.
En efecto, aún cuando el objetivo es tener a todos los grandes emisores ‘a bordo’ para el próximo acuerdo internacional, pareciera que, sin una victoria clara en el ámbito doméstico norteamericano, podríamos terminar solamente con otro Protocolo de Kyoto…
– Aaron Leopold, USA.