Bajo este nuevo sol
Por Victoria Pérez Zabala, 12 de agosto de 2018*
En el Círculo Polar Ártico se alcanzaron picos de 32.4 grados centígrados, en Japón las temperaturas superaron los 35 grados y provocaron 80 muertes, en Grecia sufrieron uno de los peores incendios del siglo cuando se combinaron dos factores: sequía y vientos arrasantes. A su vez, Finlandia y Suecia se sumaron con temperaturas récord. Las recientes olas de calor en el hemisferio norte encienden la alerta global y proyectan un futuro, al menos, inquietante.
“En el hemisferio norte ya es el verano más cálido del que se tenga registro”, observa Matilde Rusticucci, la doctora y profesora de la UBA en Ciencias Ambientales que participa como autora del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) de las Naciones Unidas. “A las condiciones relativamente estables del tiempo se las llama clima. Se habla de clima templado, polar o húmedo, por ejemplo. Ahora, ese clima no es tan estable y ha cambiado con los años. Se puede demostrar estadística y científicamente que el clima que tenemos hoy es distinto al de hace 100, 150 o 200 años”, compara Rusticucci.
El aumento de la temperatura fue el primer indicador claro de que algo estaba pasando. Ese incremento produce un efecto en el derretimiento de los hielos. “El que más rápido se derrite es el hielo que está en el Ártico, en el Polo Norte. Es la típica foto del oso polar que está sufriendo porque su hábitat se reduce rápidamente”, ilustra Rusticucci. Porque el cambio climático no solo se manifiesta en el aumento de la temperatura, sino también en el derretimiento de los hielos y el aumento del nivel del mar. Desde el Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera (CIMA), la investigadora del Conicet Inés Camilloni aporta: “El nivel del mar está ascendiendo más rápido de lo que se pensaba, según estudios recientes. En gran parte por el derretimiento del hielo continental. Hasta hace unos años, la causa principal se hallaba en la expansión del agua debido al calentamiento, pero este efecto ha quedado relegado frente al aporte de agua asociado al derretimiento de glaciares. A partir de información satelital, desde 1993 el incremento del nivel del mar es del orden de 3,2 milímetros al año. De continuar esta tendencia, a fin de este siglo los mares podrían estar en promedio alrededor de un metro por encima del nivel actual”, pronostica Camilloni.
“¿El punto es a qué se debe el cambio climático? -continúa Rusticucci-. Se puede atribuir a causas naturales. Por ejemplo, los típicos ciclos solares de once años. El sol tiene una variabilidad, pero es pequeña, es natural e impacta en el clima, pero apenas. Otras son las grandes erupciones volcánicas, cuando las cenizas duran en el aire uno o dos años y bajan la temperatura momentáneamente”.
Después, están las causas antropogénicas, aquellas derivadas de la actividad del hombre. El cambio climático que preocupa hace tiempo es el producido por el hombre, porque sus emisiones tienen una curva exponencial. “La principal es la mayor cantidad de gases de efecto invernadero emitidos a la atmósfera. La fuente principal ocurre al producirse la combustión de petróleo, básicamente, dióxido de carbono. Otras actividades humanas que impactan fuertemente en el clima es el cambio del uso del suelo: si tenemos un bosque, con montes y vegetación libre, y lo talo, y lo reeemplazo por agricultura, eso también impacta en el clima; el uso de fertilizantes que liberan óxido nitroso; el metano que liberan las actividades ganaderas… Son gases que artificialmente están en la atmósfera, aumentando las cantidades naturales que ya existían”, aclara Rusticucci.
Según Camilloni: “Desde mediados del siglo XX el aumento de la temperatura media global solo puede ser explicado como consecuencia de acciones humanas como la quema de combustibles fósiles y la deforestación. En este sentido, no es posible separar el cambio climático de los fenómenos que han ocurrido y que continuarán sucediendo”.
Específicamente en Buenos Aires, según registra Rusticucci, casi se cuadruplicaron las olas de calor desde la década del 60. “Mucha gente ya no se imagina una habitación sin aire acondicionado en Buenos Aires. Eso lo vivimos a diario”. Y la mortalidad aumenta con las olas de calor intensas. Los científicos alertan que si las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel global siguen aumentando al ritmo actual, los niveles de temperatura y humedad podrían volverse intolerables.
El caso argentino
Desde el Gabinete Nacional de Cambio Climático se estudian políticas de adaptación y mitigación para cumplir con el Acuerdo de París, firmado en 2015. Sentados alrededor de una mesa de madera lustrada, se encuentran Carlos Gentile, secretario de Cambio Climático, junto a Soledad Aguilar, del mismo gabinete. En una pantalla amplia se proyecta el mapa de vulnerabilidad climática de la Argentina. Allí están los problemas observados y proyectados. En círculos de colores. Naranja, violeta y verde. Alta frecuencia de precipitaciones extremas e inundaciones en el noreste y oeste de la región húmeda. Aumento del nivel del mar y afectación de algunos puntos del litoral marítimo y de la costa del Río de la Plata. Estrés hídrico por aumento de temperatura en el norte y oeste. Son algunos de ellos. Por el aumento de la temperatura anual promedio en todo el país, se proyecta una crisis de agua en Mendoza, San Juan y Comahue. “Este mapa cruza amenaza con vulnerabilidad y da cuenta del riesgo en cada zona. Son los últimos datos del inventario realizado en 2016 donde se estiman las emisiones hasta el año 2014”, detalla Gentile.
“Por más que hayan ciclos, desde el época preindustrial, hay una tendencia real hacia un aumento de la temperatura. El cambio climático es el aumento en frecuencia e intensidad de los fenómenos extremos. Un fenómeno extremo aislado no es consecuencia del cambio climático. Como cuando dicen: en esta zona hubo siempre huracanes, tengo registros en la historia del lugar y mi abuela se acuerda. Sabe que ahora van a ser más seguidos y más fuertes. Eso es un hecho. Y eso es el cambio climático”, resume Gentile.
El 43 por ciento de los gases de efecto invernadero emitidos por la Argentina proviene del sector de la ganadería, la agricultura y la deforestación, según el inventario nacional realizado por el Ministerio de Ambiente. Solo la deforestación produce un 14,5%. “Registramos que emitimos 368 millones de toneladas de dióxido de carbono. La idea es que para 2030 no excedamos los 483. Esto significa no seguir la tendencia ascendente”, explica Aguilar, que es la directora nacional de cambio climático dentro del gabinete.
La Argentina tiene una participación de 0,7% en las emisiones globales de gases de efecto invernadero. El Acuerdo de París estableció objetivos concretos para la reducción de las emisiones de manera que el aumento de la temperatura media del planeta no sea mayor a 2 grados centígrados. Pero la reciente salida de los Estados Unidos, el segundo emisor en el mundo -el primero es China- desalienta el esfuerzo de las 194 naciones que asumieron el compromiso. “El problema es que hay países que tienen una responsabilidad grande y no toman las medidas acordes a la misma”, concluye Gentile.
* El artículo fue publicado originalmente en Revista La Nación. Para ver el artículo original, haga click aquí.
** Soledad Aguilar y Matilde Rusticucci, entrevistadas para el artículo, son profesoras de la Maestría en Derecho y Economía del Cambio Climático de FLACSO Argentina.