En Cancún México diseñó cristales de colores y los ofreció con elegancia
Por Raúl A. Estrada Oyuela, Presidente de la Academia Argentina de Ciencias del Ambiente, 16 de diciembre de 2010 © Ambiente y Comercio
En un alarde de competencia diplomática, México diseñó en Cancún un conjunto de cristales de colores que ofreció con elegancia a los gobiernos que concurrieron a la Conferencia sobre el cambio climático.
La fatiga y el desgaste de los últimos tres años de mal humor y desavenencias, contribuyeron a que las delegaciones nacionales aceptaran fórmulas amables. Esas fórmulas cambian el tono, pero no la sustancia del debate.
Las diferencias siguen siendo las mismas y surgen de las aspiraciones de cada país a conservar las condiciones de competitividad, porque la adopción de medidas de mitigación puede afectar las modalidades de producción y consumo de bienes y servicios. La Embajadora Patricia Espinosa, Ministro de Relaciones Exteriores de México su equipo profesional fueron capaces de asomar por arriba del “chaleco de Bali” de la misma forma que se sale de los laberintos. En ese equipo se destacó el Embajador Alfonso de Alba, Representante Permanente de su país ante los Organismos Internacionales con sede en Ginebra.
Para decirlo brevemente los acuerdos alcanzados no dicen cómo, cuándo y cuánto disminuirán las emisiones de gases de efecto invernadero, ni hacen operativo el fondo de 30.000 millones de dólares que había sido formalmente ofrecido en 2009 para el trienio 2010/2 en el llamado “Acuerdo de Copenhague”, del cual obviamente ya transcurrió un tercio.
La respuesta que demanda el cambio climático es adaptación a las nuevas condiciones y reducción de emisiones. El Protocolo de Kioto se refiere a esto último, a la mitigación, y prácticamente no trata la adaptación. El documento aprobado en Cancún declara que se dará idéntica prioridad a ambos temas, pero eso está por verse. La adaptación es necesaria en todas partes, pero los efectos del cambio climático se notan con mayor rigor en los países en desarrollo que tiene menor capacidad y recursos para adaptarse. La mitigación se concibió hace 20 años como una responsabilidad que en primer lugar debían asumir los países desarrollados, pero no todos lo hicieron. Ahora las economías emergentes, que son naciones con gravitación global en los ámbitos económico y estratégico, también tienen gravitación global en el cambio climático. Consecuentemente la mitigación a partir de ahora requiere la incorporación de los Estados Unidos que se excluyó de los compromisos de Kioto, y también de los mega países en desarrollo.
Las conclusiones adoptadas en Cancún por consenso y ampliamente celebradas, no aportan claridad ni certeza sobre la mitigación. En este punto se remiten a tablas de promesas de limitación y reducción de emisiones que deberían figurar en dos documentos que no existen, según lo informó la Secretaría de la Convención y pude verse fácilmente en el debate que quedó disponible en el webcast. En efecto, el capítulo sobre Mejoramiento en la acción de mitigación, al referirse a la reducción de las emisiones de los países desarrollados, se remite al documento FCCC/SB/2010/INF X “que será publicado”, y con respecto a las emisiones de los países en desarrollo envía, de la misma forma, al documento FCCC/SB/2010/INF Y, aclarando igualmente “que será publicado”. Según indicó el Ministro Seiji Maehara de la Delegación de Japón en una conferencia de prensa ofrecida en la madrugada del sábado 11, minutos después de la decisión de la Conferencia, esos anexos anclarán las promesas de mitigación formuladas al comienzo del año en los apéndices del llamado Protocolo de Copenhague. En el mismo sentido se pronunció pocos minutos antes el jefe de la delegación de los Estados Unidos Tod Stern, también en una conferencia de prensa, cuando dijo que el acuerdo alcanzado era algo así como el desarrollo del mencionado acuerdo que un año antes no había sido aprobado. En el debate que puede verse en cualquier momento porque está almacenado en el webcasting, quedan sin respuesta las preguntas que sobre este punto hizo reiteradamente el Embajador Pablo Solón Romero, Representante Permanente de Bolivia en Naciones Unidas. En Cancún Bolivia tuvo el fuerte apoyo del bolivariano grupo ALBA, en esta ocasión quedó casi abandonada por Venezuela y Ecuador, miembros de la OPEP, que en realidad prefieren que no se limite el consumo de petróleo. También Arabia Saudita apoyo el consenso y México, también petrolero, proveedor de Estados Unidos y con su propio pasivo ambiental, se inclinó por la simpatía con sus Washington y Ottawa que son sus socios comerciales en el NAFTA.
En realidad hay buenas razones para creer que los documentos por ahora inexistentes no se limitarán a transcribir los apéndices del Acuerdo de Copenhague, sino que introducirán novedades ignoradas por muchos que participaron del consenso. En realidad la información de los apéndices está disponible y a la Secretaría le habría tomado diez minutos preparar un documento que refleje las promesas. Esas promesas, que serán nuevamente analizadas en seminarios que dispuso realizar la Conferencia, ya fueron recopiladas y evaluadas por la Secretaría en el documento FCCC/KP/AWG/2010/INF.1, del 20 de mayo de 2010 que estuvo disponible en las reuniones realizadas desde junio. Entre otras variantes, es posible que la administración Obama, ante la imposibilidad de obtener una ley, reconsidere la promesa que había formulado, bajando más aun las perspectivas de la mitigación
En el llamado Acuerdo de Copenhague, solamente la Unión Europea ha formulado una promesa de mitigación en firme: todas las restantes promesas de los países desarrollados están condicionadas. La promesa de los Estados Unidos está condicionada a la aprobación de una ley que no fue sancionada en 2010 ni tiene perspectivas de salir en 2011. La promesa de Canadá está condicionada al compromiso que tomen los Estados Unidos. Las promesas de Australia, Islandia, Japón, Noruega, Nueva Zelandia y Rusia están condicionadas a la existencia de un compromiso global con participación de países en desarrollo como China, Brasil, la India, Corea del Sur, Sudáfrica, Singapur, Indonesia y México. Por su parte las promesas de mitigación formuladas por estos países son inciertas porque se refieren a la relación de las emisiones de gases de efecto invernadero con la proyección del aumento de sus respectivos productos internos brutos en 2020, y además se condicionan a la recepción de asistencia financiera y tecnológica que deben suministrar los países desarrollados. Estados Unidos ha dicho a través del segundo de su delegación, Jonatan Pershing, que no se dará apoyo financiero a China, que es su principal acreedor, ni a India, ni a Corea. Para asegurar que esto sea así, los documentos aprobados en Cancún dicen que los países en desarrollo que reciben apoyo financiero para sus planes de mitigación deberán someterse a un proceso de monitoreo, información y verificación como el que se aplica a los países desarrollados. Esto no lo aceptan ni China ni la India, y probablemente tampoco lo hagan Brasil y Sudáfrica. Para ellos se ha imaginado un proceso diferente que se llamará Consulta y Análisis Internacional, que nadie sabe hoy que será exactamente, pero que de ninguna manera podrá afectar la soberanía, ser intrusivo o punitivo. Definirlo dará lugar a un largo y difícil debate. Todo esto queda oculto en el juego de cristales de colores elaborado en Cancún. En síntesis, esta ecuación de condicionamientos no permite despejar las incógnitas.
Vale la pena señalar que las adiciones más optimistas de las promesas condicionadas indican que, aunque se cumplieran, no alcanzarán a limitar a 2°C el aumento de la temperatura media global. El ex Director Ejecutivo de la Convención Yvo de Boer lo dijo en marzo de 2010 antes de abandonar su puesto, y también lo afirma un aterciopelado trabajo del PNUMA (The Emissions Gap Report) donde se sostiene que, para tener posibilidad de alcanzar esa meta, las emisiones antropógenas deben reducirse a 44 millones de toneladas, pero que las promesas formuladas sólo pueden conducir a 49 millones de tonedas.
Cancún no dejó en claro qué pasará con el segundo período de compromiso del Protocolo de Kioto que debería comenzar en 2013. Los países en desarrollo en general han insistido en que debe continuar con una nueva planilla de reducciones para los países desarrollados. Estos, por su parte, se niegan si no existen compromisos de los mayores países en desarrollo. El caso de Estados Unidos es particularmente curioso porque como no ratificó el Protocolo de Kyoto aunque lo aprobó en 1997 y lo firmó en 1998, resulta prácticamente imposible que se sume a un segundo período ya que no sólo incumplió el primero, sino que tampoco cumplió el compromiso que había contraído en la Convención de la que es Parte plenamente, según el cual en el año 2000 debía haber retornado al nivel de emisiones de 1990: por el contrario las excedió en un 14%. El desafío es encontrarle otra forma para que tome un compromiso, aunque Washington últimamente prefiere tener una meta en lugar de una obligación que seguramente requerirá el consentimiento del Senado.
Los países en desarrollo se orientan a inscribir sus promesas en otro listado y, como se ha señalado antes, el cumplimiento de esas promesas se medirá de distinta forma según los plantes tengan financiamiento internacional o no.
Notablemente los mercaderes del carbono y los países que han encontrado lucrativa la venta de títulos, han avanzado la idea mantener ese mercado aun cuando termine el régimen que los originó: algo así como que del original “cap and trade”, podría perderse el “cap” pero debería mantenerse el “trade”. Esta original posición se refleja en los textos adoptados en Cancún.
En Copenhague se anunció el rápido comienzo de un fondo de 30.000 millones de dólares que debían estar disponibles para el trienio 2010/12, lo que no ocurrió, y en Cancún se repitió el anuncio que sin duda gana la voluntad de muchos gobiernos que se consideran a sí mismos probables receptores. También se habló de la movilización de 100.000 millones anuales a partir de 2020, y se eso se siguió hablando. Antes había un Copenhague Green Fund y ahora solo se habla del Green Fund, pero con una complicada trama de procedimientos para establecerlo, sin que hayan aparecido las tesorerías de las partes con sus compromisos de contribución. Parece difícil creer en esos montos cuando cada cuatro años la reposición del Fondo para el Medio Ambiente Global tiene que hacer esfuerzos contables para arrimarse a un mil millones por año. Sin embargo, la mención de sumas tan considerables de dinero siempre tiene efecto convocante.
Si el paquete de Cancún es sólo una reedición desarrollada del Acuerdo de Copenhague que hace un año encontró una fuerte oposición de un grupo de países en desarrollo, especialmente los que se agrupan en el ALBA, ¿qué ocurrió ahora que solamente la República Plurinacional de Bolivia objetó el consenso? Sin duda la hábil presidencia de México creo la ilusión de la participación universal en las negociaciones, cuando las cosas importantes se fueron estableciendo en el grupo de no más de quince delegaciones (el número puede encontrarse en declaraciones a la prensa de Tod Stern) que participaron en el grupo presidido por el Embajador de Alba, mientras los delegados participaban en la veintena de grupos diferentes que se reunían simultáneamente para tratar distintos aspectos puntuales. Me parece que los intereses de corto plazo de los países en desarrollo primaron sobre las cuestiones de fondo. No son pocos los gobiernos miopes que aspiran a ganar dinero con el cambio climático. Dos miembros del ALBA, Venezuela y Ecuador, son miembros del cartel petrolero que se conoce como OPEP, y naturalmente les conviene una salida blanda que adormece los reclamos de la integridad ambiental. Brasil, China, India y Sudáfrica fueron los coautores con Estados Unidos del Acuerdo de Copenhague y apoyaron el resultado, sobre todo porque India consiguió aclarar que cualquier sea la naturaleza de la Consulta y el Análisis Internacional que se aplicará a sus informes, este deberá respetar la soberanía, y no podrá ser ni intrusivo ni punitivo, precisamente lo contario del trabajo que hoy realiza el Comité de Cumplimiento del Protocolo de Kioto.
Las delegaciones concluyeron la Conferencia con buen humor y eso es importante, pero no resuelve las dificultades futuras. Con acuerdo o sin él, regiones como la Unión Europea, varios países y áreas subnacionales como ciertos Estados de la Unión, irán tomando políticas de mitigación. Muchas de esas políticas afectarán las condiciones de competitividad. Inevitablemente la compensación se buscará en medidas que condicionarán el comercio internacional. Los países, particularmente los países en desarrollo de envergadura media, que se consideren libres del compromiso de mitigar probablemente deban enfrentar el test de la huella de carbono. Más allá defensas fundadas en textos y resoluciones internacionales, productos similares deberán enfrentar la comparación de sus respectivos procesos de producción. Sería sabio prevenirse.