La doble brecha y la COP-17 de Durban
Por Soledad Aguilar, 19 de Octubre de 2011. © Ambiente y Comercio
Los negociadores que lleguen a Durban tendrán que lidiar con la doble ‘brecha,’ la ya inevitable brecha entre períodos de compromiso del Protocolo de Kyoto, por la cual a partir de enero de 2013 ningún país tendría obligaciones internacionalmente vinculantes de reducir emisiones, y la brecha entre la meta de largo plazo de no aumentar más de 2°C la temperatura promedio global y las actuales proyecciones de aumento de temperatura que ascienden a los 4°C (The Emissions Gap Report, Climate Action Tracker).
La Conferencia de Cambio Climático llevada a cabo en Panamá, del 1 al 7 de Octubre de 2011, no logró construir puentes para superar tales brechas, y reflejó el estado polarizado de las actuales posiciones sobre el régimen para regular el cambio climático a partir de 2012, augurando un resultado poco promisorio para la próxima Cumbre de Durban que se llevará a cabo en Diciembre.
La brecha entre reducciones ofrecidas y necesidades de mitigación
Uno de los principales resultados de la última cumbre de cambio climático llevada a cabo en Cancún en diciembre de 2011, fue la adopción por parte de todos los países del mundo (excepto Bolivia) de una meta de largo plazo de mantener el incremento de temperatura global promedio por debajo de los 2°C sobre niveles pre-industriales (con la posibilidad de revisarlo 1.5°C). Ello dio a la comunidad internacional una vara con la cual medir qué tan lejos estamos de nuestra meta, y generó discusiones en la reciente reunión en Panamá sobre el establecimiento de un proceso para la revisión y seguimiento de misma.
Dadas las actuales condiciones de crisis económica internacional, y la baja probabilidad de algún acuerdo de reducción o limitación de emisiones que incluya a los grandes emisores (EEUU y China), algunos consideran que Durban podría al menos dar lugar a un mecanismo para monitorear los esfuerzos individuales de cada país y presentarlos de manera agregada para saber qué tan lejos estamos de cumplir la meta global.
En este sentido, las últimas estimaciones sugieren que para arribar a la meta de no incrementar más de 1.5-2 grados centígrados la temperatura media mundial, las emisiones globales deberían reducirse en 44-40 mil millones de toneladas de CO2 eq. anuales hasta el 2020. Las metas actuales dejan un gap de 10-14 mil millones de toneladas anuales al 2020 (The Emissions Gap Report), brecha que, para dar un contexto, supera las actuales emisiones anuales Chinas.
La brecha en períodos de compromisos
Otro inevitable, a esta altura, resultado de Durban será la brecha entre períodos de compromiso del Protocolo, lo cual implica que los países del Anexo I (desarrollados con la excepción de EEUU) no tendrán obligación internacional de reducir emisiones lo cual generaría una ausencia de demanda en los mercados de carbono. En la práctica, el Protocolo de Kyoto no ha prosperado en generar una demanda internacional significante, por lo cual es en este momento el sistema de comercio de la Unión Europea el que sostiene el mercado global de carbono. Por ello no se considera tan dramática la situación mientras siga constante la demanda de créditos europea. Muchos países latinoamericanos, sin embargo, cuestionaron duramente la posibilidad de extender los mecanismos de ‘flexibilización’ ante la ausencia de un régimen vinculante de reducción de emisiones (Boletín de Negociaciones de la Tierra, 2011).
No obstante ello, dado el esfuerzo internacional y recursos destinados a la construcción y gerenciamiento del MDL, difícilmente los países de la región permitan tirar por la borda todo el esfuerzo realizado, por lo cual es esperable que la Unión Europea sea quien sostenga los mecanismos creados por el Protocolo de Kyoto hasta tanto se logre un acuerdo internacional, o mientras perdure la demanda de su mercado europeo de carbono. La Unión Europea ya se ha manifestado en el sentido de abrir la puerta a la posibilidad de ser el único sostén del Protocolo de Kyoto cuando propone asumir un compromiso vinculante, aún cuando los demás no lo hicieren, y siempre y cuando existiera un proceso para la adopción de obligaciones vinculantes bajo el Convenio en el mediano plazo (que incluya a USA). Por ello, es esperable que en Durban esta alternativa tome forma y de esa manera se ‘salve’ la posición de aquellos en el G-77 que ven en la continuación del Protocolo, como una cuestión no negociable.
El financiamiento
En Cancún, los países desarrollados se comprometieron colectivamente a suministrar recursos nuevos y adicionales por un valor de aproximadamente 30.000 millones de dólares de los EE.UU. para el período de 2010-2012, con una distribución equilibrada entre la adaptación y la mitigación. Asimismo se comprometieron a movilizar conjuntamente 100.000 millones de dólares de los EE.UU. anuales para el año 2020 con el fin de atender a las necesidades de los países en desarrollo.
Grupos específicos sobre temas financieros como el Grupo de los 20 (G-20) evalúan actualmente las diferentes opciones para movilizar estas vastas sumas de dinero, incluyendo la consideración de un impuesto a las transacciones internacionales, pero aún no se vislumbra claramente cómo podrá lograrse una movilización de esa envergadura en ausencia de un mercado global de carbono adoptado mediante un tratado como el Protocolo de Kyoto. Allí radica en parte la razón de la insistencia del mundo en desarrollo en la adopción de metas legalmente vinculantes por parte de los países desarrollados.
Qué pasa con las NAMAs y REDD+?
Tanto las Acciones Nacionales Apropiadas de Mitigación (NAMAs) como la reducción de emisiones de la deforestación en países en desarrollo (REDD) son temas que fueron propuestos dentro de las negociaciones como mecanismos para incluir a los países en desarrollo, en especial los grandes emisores, dentro de un régimen de limitación global de emisiones. Así se esperaba que un país como China, pudiera obtener financiamiento para decarbonizar su economía a través de la adopción de medidas de política (NAMAs) que redujeran emisiones en el país, y obtuvieran como compensación créditos de carbono por las emisiones ahorradas. De la misma manera, a través de REDD, un país como Brasil hubiera podido vender bonos de carbono en el mercado como resultado de los ahorros netos de emisiones resultantes de las medidas tomadas para frenar la deforestación. Ambos mecanismos, sin embargo, tenían sentido dentro del marco de un régimen global de reducción de emisiones, y pierden su razón de ser ante la ausencia de un acuerdo global, ya que no existiría un mercado con el tamaño necesario para absorber tales bonos de carbono.
Por ello, si bien en el nivel técnico se continúa trabajando para ver la manera de contabilizar y compensar esfuerzos de NAMA y de REDD, en la práctica, estos mecanismos no podrán adoptados hasta tanto se acuerde un régimen internacional, algo que ya nadie espera pueda ocurrir en Durban.
Todos los servicios ambientales miestras sean gratuitos se seguirán malutilizando, por que lo que no nos cuesta no lo valoramos, conidero que debe de ponerseles una tarifa a los que malgastan o desperdician los servicios, y posteriormente nos ordenaremos mejor.