Libro “El Desafío Climático y de Desarrollo en América Latina y el Caribe: Opciones para un Desarrollo Resiliente al Clima y Bajo en Carbono”
Por Banco Interamericano de Desarrollo, 24 de Mayo 2013
A menos que se tomen medidas drásticas e inmediatas, es muy probable que la temperatura aumente 2C durante el presente siglo – y posiblemente más— frente a los niveles previos a la industrialización. Debido al efecto de los gases efecto de invernadero que ya se han emitido y acumulado en la atmósfera, se considera que ese aumento en la temperatura ya está estructuralmente incorporado en nuestro futuro y resultará en impactos adversos significativos en actividades económicas, condiciones sociales y activos naturales. Se espera que en América Latina y el Caribe (ALC) los daños y pérdidas inducidos por los impactos de cambio climático sean sustanciales.
Debido a su ubicación geográfica, distribución de población e infraestructura, y a que sus actividades económicas y medios de sustento dependen de recursos naturales frágiles, ALC es particularmente vulnerable a los efectos del cambio climático. Entre los impactos que se anuncian para mediados de siglo figuran el colapso de una porción significativa de los biomas coralinos en el Caribe, desaparición de glaciares en altitudes inferiores a los 5.000 metros en los Andes tropicales, posibilidad de que se registre un cierto grado de sabanización en la cuenca amazónica, reducción de rendimientos agrícolas, aumento en las inundaciones en las zonas costeras, mayor exposición a enfermedades tropicales, desestabilización del ciclo hidrológico en las principales cuencas e intensificación de eventos climáticos. Lo más preocupante de todo esto es que muchos de estos cambios son inevitables e irreversibles.
Los impactos económicos de estos daños físicos serán significativos.
Con base en análisis reciente y nuevos estimados, se proyecta que los daños económicos anuales que sufrirá ALC a causa de los principales impactos asociados con este posible aumento de 2°C relativo a niveles previos a la industrialización se incrementarán gradualmente hasta alcanzar aproximadamente US$100.000 millones anuales para el 2050 —cerca del 2,2% del PIB de 2010. Este es un estimado conservador y limitado a impactos claves en ciertas zonas geográficas. No incluye daños causados a la biodiversidad, cambios en las existencias de recursos naturales u otros valores no monetarios. La magnitud de estas pérdidas socavará los prospectos de la región en cuanto a mejorar la calidad de la vida de sus habitantes, ya que podría limitar significativamente las opciones de desarrollo y restringiría de manera importante el acceso a los recursos naturales y a los servicios de los ecosistemas. Estos daños ya están ocurriendo y se intensificarán a medida que aumenten las temperaturas.
Rápidas y decisivas actividades de adaptación pueden reducir significativamente los daños económicos esperados, aunque no todas las pérdidas de capital natural
La inversión total requerida para adaptarse a los impactos físicos inevitables —independiente de lograr reducciones drásticas de emisiones— ha sido estimada en un rango entre US$17.000 y US$27.000 millones, es decir, entre una cuarta parte y una sexta parte del costo de tales efectos. Esto significa que si se destinan suficientes recursos financieros a las actividades de adaptación, una parte importante de los impactos económicos adversos previstos se puede evitar o compensar. Sin embargo, las medidas de adaptación por lo general no conducen a la restauración de pérdidas de capital natural y cultural, lo que probablemente afectará a las generaciones futuras.
Las medidas globales de mitigación son esenciales para prevenir mayores daños y pérdidas en la región.
El reducir los daños económicos, requiere que las concentraciones de gases de efecto de invernadero (CO2e) se estabilicen en cerca de 450 partes por millón (ppm). Lograr y mantener este nivel, implica que para el año 2050 no se liberen más de 20 gigatoneladas (Gt) anuales de CO2e, cerca de dos toneladas per cápita (tpc) de CO2e al año.
Existe evidencia acerca de un cierto grado de disociación entre el crecimiento económico y la emisión de carbono en ALC.
La huella de carbono total de la región de ALC ha disminuido en cerca de un 11% desde comienzos del siglo XXI, aproximadamente 4,7 de Gt de CO2e, al tiempo que el PIB anual ha crecido a una tasa aproximada del 3%. La disminución de emisiones se atribuye a la reducción de la tasa de deforestación y a mejoras en materia de eficiencia energética. Aunque se trata de una tendencia demasiado reciente como para extraer conclusiones de largo plazo, este nuevo patrón en la región sugiere que es posible disociar el crecimiento en el valor de la actividad económica de las emisiones de GEI y que existen oportunidades inmediatas para hacerlo.
La trayectoria del escenario base (BAU por sus siglas en inglés) en ALC conduciría a la región a un nivel anual de emisiones cinco veces superior a las 2tpc que se requieren como parte de las metas globales de estabilización del clima (9,3 tpc).
Aun cuando la huella de emisiones de ALC solo representa el 11% del total mundial, las metas globales de estabilización del clima requieren que para 2050 todas las regiones, entre ellas la de ALC, emitan cerca de 2 tpc de CO2e al año. Se prevé que las emisiones derivadas del uso del suelo disminuyan significativamente y la contribución total de la agricultura permanezca relativamente constante bajo el escenario base. De otro lado, las emisiones provenientes del transporte y de la generación de energía se incrementarían en un 50% —alcanzando una contribución combinada de cerca de 2 Gt de CO2e por año. De esta manera, bajo escenario BAU, para el 2050 la región de ALC emitiría cerca de 7 Gt deCO2e o 9,3 tpc por año.
Esfuerzos sustanciales de mitigación dirigidos tanto al cambio de uso del suelo como al uso de energía son esenciales para lograr las metas intermedias de estabilización de 2tpc al 2050.
Modificar la curva actual de emisiones hasta el punto en que se logren las 2tpc no es tarea fácil, implica introducir cambios significativos en la infraestructura de las economías de la región y en el patrón de uso de los recursos naturales. El camino que conduce a alcanzar esta meta es uno que promueve esfuerzos suficientes de mitigación de emisiones provenientes de la energía para así minimizar la huella de carbono de los sectores eléctrico y de transporte, combinado con una serie de políticas estrictas de agricultura, silvicultura y otros usos del suelo.
Alcanzar la meta de estabilización global de 2tpc para 2050 representa a ALC un costo anual de aproximadamente US$100.000 millones.
Se estima que los costos financieros adicionales de tales acciones —más allá de inversiones y gastos realizados bajo el escenario BAU— ascienden a cerca de US$100.000 millones anuales para el 2050, aproximadamente el 2,2% del PIB de ALC del 2010. Si bien se trata de una exigencia financiera significativa, debe verse en el contexto de un esfuerzo global dirigido a prevenir que sigan ocurriendo daños catastróficos en caso de que se sobrepase esa barrera protectora de 2oC.
Tanto la adaptación como la mitigación generan cobeneficios de desarrollo significativos, pero no son suficientemente percibidos para garantizar la remoción de barreras que se interponen a actuar frente al cambio climático.
Los esfuerzos de adaptación y mitigación son esenciales para el desarrollo sostenible, generación de cobeneficios en términos de una mejor salud y bienestar, seguridad alimentaria y energética, eficiencia en el uso de los recursos naturales y un desarrollo tecnológico acelerado. En el ámbito social, es posible que el valor de los cobeneficios compense una porción significativa de los costos adicionales. A pesar de que estos beneficios representan un incentivo económico, se requieren aún recursos adicionales para emprender acciones rápidas y decisivas.
Autores: Walter Vergara, Ana R. Rios, Luis M. Galindo, Pablo Gutman, Paul Isbell, Paul H. Suding y Joseluis Samaniego.
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